Se levantó acercándose a el enfriador de agua, tomó un cono de papel, lo puso debajo de la válvula oprimiendo el botón al mismo tiempo. Al servirse por segunda vez, anticipo la burbuja que se formaría en el interior del garrafón y mientras la burbuja ascendía pensó en lo malo que era para el continuar fumando, en seguida se palpó el pecho de la bolsa sacó una cajetilla tomó un cigarro y lo encendió, en su interior una voz le decía que rechazara los cigarros y la misma voz lo apaciguaba instandolo a fumar. Si estuviera acompañado y comentara sus pensamientos, lo más probable es que le preguntaran si de verdad quería dejar de fumar.
Para los psicoanalistas nuestro ser mental consta de tres elementos. Para los antiguos egipcios estamos formados por siete cuerpos, entre ellos se incluye el cuerpo físico siendo el recipiente de las demás entidades. La cantidad no es lo que importa, sino cómo nos experimentamos, fraccionados, pero dejamos que estas fracciones controlen nuestros actos, hablen por nuestra boca, usen nuestro cuerpo. La mayor parte del tiempo funcionamos como si el piloto automático estuviera encendido y no experimentamos el presente.
Un libro, que se llama ¨A los pies del maestro¨ escrito por Alcione y editado por la Sra. Bessant, (http://www.theosophical.ca/AtFeetMaster.htm) nos explica:
¨No confundas tus cuerpos, ni el físico ni el astral, ni el mental, con tu Yo. Cada uno de ellos pretenderá ser el yo, a fin de lograr lo que desea, pero tú debes de conocerlos a ellos y reconocerte a ti mismo como su dueño¨.
El control sobre estos diferentes cuerpos es indispensable para poder experimentar nuestra realidad verdadera y completa, sin cristales de color que modifiquen nuestra percepción. Estamos ciegos y no queremos ver, esto no es voluntario no quiere decir que yo me doy cuenta y no quiera ver, más bien, que mi percepción es interpretada por los pensamientos dominantes, por lo que creo, por mis deseos y la costumbre, estos filtros me alejan de la verdad y experimento sólo una fracción de la realidad. Un seminarista me dijo: Después del bautismo el alma queda limpia y puede percibir la luz divina claramente, cada pecado ensucia un poco la ventana por donde nos alumbra esa luz, hasta que perdemos totalmente la iluminación divina.
Nuestro amigo del ejemplo se acostumbró a conectar el automático cada vez que pensaba en cigarros permitiéndole a su cuerpo físico tomar el control y satisfacer su deseo. Aunque al hacerlo acercara más rápidamente su encuentro con la enfermedad y la muerte.